Me estoy leyendo una novela sobre Barcelona y está muy bien escrita. Voy por la página 100. El tiempo vuela o no corre a la velocidad que uno quisiera, eso pasa siempre. Las conversaciones, cuando son amenas, nos hacen pasar el tiempo amablemente y rápido. Cuando estamos insomnes, el tiempo pasa lento y casi duele. Viajar hace que el tiempo vuele como vuela el avión en el que vamos a otras tierras que nos traerán novedad. La novedad hace que el tiempo se agite muy rápidamente hasta que esa novedad pasa a cotidianidad. Estar solo en una casa hace que tengamos que entretenernos con lo que sea porque el tiempo se hace lentísimo sin ninguna presencia que lo amenice.
Quien habla de su prójimo, hace reír al diablo.
El diablo, que es malo, se regocija de las críticas que vertemos sobre nuestros coetáneos.
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