El martes pasado, a las 10 de la mañana, nos fuimos a comprar. Una vez en el súper, yo me sentí extraño, desquiciado del quicio de la realidad, deprimido hasta la saciedad. Salí del súper y aún pervivía en mí esa sensación desagradable de no estar en este mundo sino de vagar en un mundo mío, pero triste y desorientado de mi existencia. Lo pasé fatal. Este viernes me levanté de la cama con ideas malas, malas sensaciones mentales. Estuve por la mañana con un señor que habla siempre de lo mismo. Me dio la sensación, mientras estaba con él, de una pérdida de tiempo irreparable, se iba el tiempo y yo empecé a estar triste otra vez, como el martes. Pensé en los demás, en la gente que me rodeaba, que vivían la vida de forma espontánea y me dio mucha envidia de ellos pues yo estaba atrancado en la mañana, desquiciado otra vez. Por la tarde se fue todo y estuve a los toros y la sensación de ausencia de la vida se fue. Es muy duro ser enfermo mental por estos vaivenes de la mente que te dejan malherido emocionalmente, tirado en una cuneta de la vida, muerto sin morir.
El verdadero medio de engañarse es creerse superior a los demás.
Hace mucho tiempo que no me creo superior a nadie sino que envidio a la gente que tiene un quehacer en la vida, que no piensa en la vida más que unos pocos minutos al día o ni eso.
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