El sábado pasado murió Perico, mi primo. Como decían todos los que le conocían, era un gruñón, pero luego, era una muy buena persona. Seguro que ya está en el Cielo. Un día, en el bar, le oí decir, acodado en la barra: "Yo tengo que tener un camarero en este lado de la barra cons-tan-te-men-te". Que tío. Se veía que dominaba el idioma cuando quería. Pero Perico era una persona bastante callada, no solía hablar mucho. Cuando uno hablaba a su lado parecía como si Perico estuviera sopesando las palabras del hablador y emitir un juicio en el interior de su cerebro, pero sin decir nada. Nunca decía nada, pero siempre quería invitar. A mi hermano y a mí nos llamaba "los primotes". Todavía tengo un vago recuerdo de las dos mulas que tenían mi primos, Perico y Pablo, para trabajar el campo. Muy trabajadores los dos. Mi primo ha sabido vivir muy bien, no discutía con nadie e hizo feliz a sus seres queridos. Ojalá esté en el Cielo y nos juntemos con él cuando toque.
El mundo es riqueza.
Es verdad. El mundo es grandeza y riqueza y en las almas de las personas también hay mucha riqueza. La bondad es la mayor de las riquezas que podemos encontrar en el mundo.
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