La mañana avanza lenta como si no fuera mañana, sino un signo de nuestra debilidad de humanos torpes ante la vida. La mañana ha surgido hoy como un rasgueo de guitarra suave y oscuro. Quizás todos los días amanecemos más tristes pero cuando se levanta el día, cuando llega la tarde, las tristezas se desvanecen en una pecera con un solo pez gordo y rojo que va de un lado a otro como si no fuera con él tanta crisis, tanta guerra y tanto dolor. Por la tarde ya hemos diluido en nuestra sangre perezosa todo el drama de vivir. La cosa no tuviera importancia si un día no siguiera al otro y estuviésemos en el mismo sitio haciendo las mismas cosas.
Es santo quien se alegra de la felicidad de otro.
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