La mañana ya ha tocado su último solo de violín. Ahora viene la faena de hacer de comer y llenar los estómagos. Ya me he leído "La tempestad", premio Planeta de 1997. Habla de Venecia, una Venecia donde no hay más que turistas y agua por las calles. Este libro habla de un cuadro que se llama "La tempestad" donde quizás estén representados Adán y Eva, Venus y Zeus o cualquiera otros personajes míticos e históricos. El autor de esta novela, en los últimos capítulos, se repite como una cebolla indigerible, así que me he saltado muchos párrafos. Ayer estuvimos Paco y yo al pueblo. Casi se nos hace tarde para comer. Pasamos la tarde charlando y oyendo la radio y viendo la tele. El tiempo de las mañanas es como de goma, se extiende muy, muy lento y parece no avanzar. Luego, por la tarde, ya las horas son más mullidas, más asequibles, más benignas. No me gusta lo que vivimos: guerra, incertidumbre, líderes sin piedad ni verdad. Como decían en la II Guerra Mundial: locos al poder. Nuestro presidente tiene algo de loco, creo, algo de pasión por el poder, una pasión mala, terca. Dios nos asista en estos días de confusión. Dios vele por los que son afables y mansos de corazón pues no tienen culpa de nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario