Era una banda de rock and roll que iba en una furgoneta. La componían (la banda) cuatro modorros que se creían Led Zeppelin o alguna de esas bandas legendarias que tocaron en EEUU de modo magistral. Pero es que esa banda de rock and roll que iba en una furgoneta era ficcional; o sea, era la creación de un novelista que había copiado la idea de otro novelista. Ya vemos la entidad falsa y floja que tenía esa banda. Llegaron a un pueblo, les montaron un pequeño escenario y, no podía ser de otra manera, acabaron en el pilón los cuatro. Pero lo bueno de esta banda es que seguía creyéndose buena, como las legendarias bandas estadounidenses de los 60. Y así siguieron por páginas y páginas llenando una historia que el novelista había copiado de otro novelista que murió en un bar viendo hormigas y arañas en un delirium tremens. Y la banda se disolvió y el único que sobrevive está viviendo en Fuenlabrada y vende tabaco en el estanco de su madre. Y la novela se vendió un poco entre primos y hermanos del novelista.
El ladrón inteligente no roba a sus vecinos.
Pues eso. Que nadie sepa a qué te dedicas.
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