Zorrilla se erige en forma de estatua en Valladolid, junto al parque donde graznan los pavos reales. Zorrilla escribió "Don Juan Tenorio", siguiendo los pasos de Tirso de Molina, un escritor muy desconocido en España, tristemente; siguiendo los pasos, decíamos, de "El burlador de Sevilla y el convidado de piedra" que ya es un concurso de a ver cuántas deshonro en un día. Tirso de Molina, del que he leído "El condenado por desconfiado" y "El burlador de Sevilla", es un monstruo capaz de poner en escena unas complicadas normas éticas sobre el libre albedrío, la honra y todas esos temas candentes en la sociedad barroca de su época. Hoy en día ya no hay honra, ya no hay libre albedrío. Todo el mundo piensa lo mismo que el vecino. La gente se divorcia, no coge una pistola y lava su honra con un par de balas, como en la obra de Valle Inclán "Los cuernos de Don Friolera" aunque ya veo que voy mezclando géneros. En fin, está todo muy barato: la honra, las creencias religiosas, las creencias propias de cada uno, etc. Ya decía Groucho Marx, parodiando la sociedad moderna: "aquí están mis principios. Si no le gustan, tengo otros." No hay gente de principios. No hay gente valiente. No hay sentido religioso en la gente. El sexo está banalizado. Todo es hueco y simple como el papel.
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