Si no me animo yo, ¿quién me va a animar? Quizás mi hermano Paco; quizás, los amigos, pero no confío en que el ánimo que me den llegue muy lejos. No conocen la tesitura de mi desánimo o depre o melancolía que me recorre el cuerpo por dentro. Fumaré otro cigarrito, me iré a pasear, comeré de menú y daré otro paseo. Andando, la máquina de pensar y la máquina del desánimo se cuartean en el cerebro y dejan ver alguna luz. Me despierto en mis palabras abundantemente como un corazón que vertiera sangre a raudales. Y luego, no sé qué hacer con esas palabras porque son inútiles para la celebración del día nacido. En el cubo sin fondo va cayendo una a una las gotas del péndulo que van diciendo lucha, lucha por el día que amanece. De todas partes llega un run run de lluvia que no nace y se sacrifica en las nubes altas del dolor de mi alma. Libertad de la luz, damas altas, calandrias, ¿dónde estáis que no os veo? Viva el mediodía de todos los días para clamar por el sol en lo alto.
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