A uno le ha salido una protuberancia. ¿Y dónde le ha salido la protuberancia? En la cabeza, dice Macario el bien vestido. Ah, dice Eutimio, el que siempre triunfa porque no tiene hijos que cuidar. Entonces hay que marginarle: no hay que llamarle nunca porque la protuberancia le hace ser díscolo y burlón y aún atrevido. Qué mala la protuberancia. Y eso que nada en la abundancia. Qué montón de dinero tiene en el banco el de la protuberancia. No le llamemos, no le hagamos caso. Un día, el de la protuberancia tuvo un problema y nadie le llamó a ver qué le había pasado. Claro, es que tiene protuberancia. El de la protuberancia ha vuelto a tener un problema de tipo hospitalario pero nadie le ha llamado. Es que vaya protuberancia que tiene. Pero los que no llaman qué sinvergüenzas son, que poco sentido de la caridad tienen. Y no tienen protuberancia. Lo que no tienen es alma, que es peor. Vente a ver a mi niño por favor.
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