Había un cenobita en un cenobio que se cansó de ser cenobita. Y ya no oró, sacrificó su vida, murió del siglo en que vivía. Entonces, se puso una chaquetilla que ponía "Norway" y se fue a ver la aurora boreal a Groenlandia. Y vio los fenómenos atmosféricos que tanta fama dan a tan grandioso país. Y jugó al fútbol con otros cenobitas que habían tenido la misma idea. Y más tarde, se emborrachó con cerveza de la que hay en esa maravillosa isla. Y luego, volvió de Groenlandia pero no contó nada a nadie de su estancia en ese islote norteño. Porque él era así: no hablaba de dónde había estado. Sin embargo, este cenobita que dejó el cenobio por las dulzuras del siglo moderno y virtual en el que estamos, sufrió un colapso coronario y traqueal y devino en muerte. Y así murió este hombre cenobita de forma trágica pero rápida, así que no se puede quejar. El cenobio del cenobita cerró sus puertas al público y dentro del cenobio se puede leer una inscripción: "aquí vivió un hombre muy callado que nunca contó dónde había estado".
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