Una persona, joven, menos joven o vieja debe saber, si no lo sabe ya, que la independencia pasa fundamentalmente por tener dinero para cubrir sus necesidades pero también por adquirir unas habilidades fundamentales como cocinar su propia comida, lavar su propia ropa, tener adecentada su propia casa, fregar y no ser una puta percha de ropa de marca para los fines de semana. Porque gastar dinero a lo gilipollas lo sabe hacer todo el mundo pero administrarlo como Dios manda, eso es más difícil. Es asequible a todo aquel que se preocupa un poco por su propio futuro, que suele estar a la vuelta de la esquina, pero ha tirado tanta comida, tanta ropa que ya no no estaba de moda aunque seguía siendo utilizable y ha gastado tanto en cubatas, cafés y gilipolleces que cuando llegan a viejos duermen casi en un pajar y es lo que se merecen porque pensaban que el dinero manaba de alguna roca misteriosa.
A estos llegará como una maldición el día en que no tengan, porque nunca supieron vivir sin tener de todo, aunque no eran más que unos pobretes fatuos.
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