Los paisajes que vi en verano, mientras iba hacia Cádiz, me los imagino ahora en invierno: esos bares de carretera que ahora no tendrán tanto trajín (algún camionero que entra a desayunar y sigue la ruta), esos campos llenos de trigo que ahora aguantan la sementera, esas carreteras mismas que iban llenas de guiris buscando el sur y que ahora creo que no serán muy transitadas.
Me gustaría ir ahora en diciembre a Cádiz para verla a mi gusto, sin tanta gente y de otro color, del color del invierno.
Recuerdo aquel pueblo en que paramos a comer un plato de jamón y que fue fundado por los hermanos Quintero. El bar estaba atestado de hombres desocupados que pasaban la mañana charlando. También me acuerdo de ese pueblo que hay entre Sevilla y Cádiz y que se llama El Cuervo y fue donde paramos a comer y después nos sentamos a la puerta del restaurante a charlar, una charla muy amena y disfrutada por los tres que íbamos porque nos reímos mucho. Me imagino las calles del Puerto de Santa María, si en verano llenas, hoy medio vacías. La verdad que me gustaría dar una vuelta por allí; eso sí, el camino lo haría en coche porque es más entretenido.
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