¡Qué bien el río revuelto!
¡Qué llanto vierte pensar siempre en lo mismo!
Como una gacela herida la luz de la ciudad se somete a la noche y la hace solitaria y hueca como la isla de un Robinson azul.
Yo he comido bien hoy.
Tras el telediario, el hombre de la casa hunde su culo en el sofá y hunde sus ojos en el sueño y hunde la bolsa en Nueva York.
La obsesión da vueltas como la serpiente de algún día.
Mientras te inclinas,
yo hago sombra a la lámpara
y las esquinas
parecen otras.
La tarde contrahecha se hará derecha cuando la noche caiga del lado del ganador. Los mendigos, solos y desasistidos, se agarrarán al vino que confunde sus penas con el amanecer.
Yo he comido bien hoy.
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