El buen guiso depende de la paciencia del cocinero. La buena novela depende también de la paciencia del escritor. El buen trato que recibamos de una persona, en gran parte, dependerá de la paciencia de esa persona con nosotros.
La paciencia, el mirar y remirar las cosas, respetar la cocción, considerar a fondo el planteamiento de una trama para el caso de una novela hará que el resultado sea agradable.
Y ¿cómo se cultiva la paciencia? La experiencia de las cosas nos va enseñando que las prisas estropean el guiso, la novela y el acercamiento a las personas. Es mejor dar tiempo, soltar hilo para que el anzuelo llegue al fondo del mar, donde están los peces más gordos.
El verano engorda el cielo de llamaradas de sol, hace sudar los cuerpos, engendra veleidades antes nunca sentidas y acorta las noches ladinamente. Al cabo de un año tiene el mozo las mismas mañas del amo.
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