Tengo una teoría que afirma que es feliz el que no se da cuenta de nada. Conozco gente feliz que son unos completos inconscientes. Porque, si miramos un poquito a nuestro alrededor, ¿que vemos? Niños que se mueren de hambre, guerras que no acaban, vecinos que van al comedor social y bares que se cierran.
En agosto, en mi ciudad, se produce una desbandada general de gente que deja las aceras huérfanas, la gran vía inhóspita y los pisos cerrados a cal y canto. Y yo me quedo en medio de este desierto de esquinas y parques.
¿Y eso es bonito?¿Cómo quiere el fiel lector de mi blog que yo esté contento y feliz?
El lector de mi blog es precisamente un sobrino mío que ha tenido la paciencia de leérselo entero. Si yo destilo tristeza por algo será. A mí la vida no me ofrece nada bonito.
Yo, ahora mismo, me conformo con un baño en el mar. Pero las malditas circunstancias me tienen atado a esta puta meseta manchega de mierda.
Dice un refrán: los pensamientos no pagan impuestos. Pensemos gratis pues.
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