El amor al hermano se convierte en una larga carretera con risas. La rosa es nuestra y nada más que nuestra para olerla y quererla. Todo pasa por no ser rencoroso, pero para algunos es imposible perdonar. La lengua personal es muy sensible y hay gente que siempre quiere llevar la razón a costa de su corazón. Hubo uno que hizo de su capa un sayo a la hora de contar números. Eso tiene un castigo. Ya saldrán a la luz todas esas prácticas eclécticas y cleptómanas. Todo mal en este mundo tiene un castigo. Todos los cementerios guardan en su interior historias de gente triste y alegre, humilde y soberbia, agradecida y rencorosa. No visiten los cementerios, se harán un lío. A la gente hay que tratarla en vida.
Quiero pegarme a la tierra en paz un día,
a ver quién me acompaña en ese deseo.
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