Se amontonaban los bultos en la espalda de la mula. Las incorruptibles dichas ya eran de otro tiempo. El sol había dejado de calentar. Variando a cada instante, mutando como la piel del lagarto, lleno de acontecimientos bruscos. Sombreros despedidos por la fuerza del viento y lluvia a torrentes bajan del cielo. Vivo lejos de la tierra que me vio nacer, esa tierra que besa la lona como un boxeador noqueado. Son las llagas del Señor las que me vienen a decir que en este mundo todo es lío y sufrimiento. Daría cualquier cosa por estar lejos, muy lejos y ausente de esta dolorosa conjunción de malestares.
Sepultado en el viento, dolido en lo más hondo
ando yo como las flores que nunca nacieron.
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