Si me parara a pensar
lo duro que es pasar los días
no pasaría el día.
Por eso cruzo la calle,
entro en el súper,
doy mi óbolo al mendigo
y entro en casa espeluznado.
Y me fumo un cigarrillo
todo lo tranquilo que puede estar un ser humano en estos tiempos.
Porque la civilización
nos ha conducido a esto:
ladrones, matones a sueldo,
quiebras de la razón y la moral para siempre.
Y yo, que no entiendo de estas cosas,
salgo de casa otra vez a ver qué pasa.
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