Hoy es viernes pero no voy a ir a bailar a ningún lado. Ya no bailo, ni voy a sitios con música ni siquiera. Bailar, durante muchos años ha constituido una terapia para mí. Bailando me he olvidado de problemas, de stress, de mí mismo mientras bailaba. Lo hacía en mi pueblo en una vieja discoteca. Yo bailaba intermitentemente desde las doce hasta las siete de la mañana. Me acuerdo de aquellos fines de semana en "El caballo Blanco", dando saltos al ritmo de la música, pasándolo en grande con la peña de mi pueblo... Todo se pasa, todo acaba. Ya casi ni voy al pueblo. Si fuera, ya no habría "Caballo Blanco" ni sitio para bailar. El último día que he bailado con ganas fue en una fiesta de quintos que prepararon los del pueblo y nos lo pasamos genial al son de la gaita y tamboril y luego en la disco nueva llamada "la cantina". Pero todos esos excesos de juventud han pasado a mejor vida. Ya no bailo. Y me hace muy bien bailar. No tengo con quién ir a bailar y yo solo no sé ir ni a la esquina. Cuando todo pasa, prepara otro rollo.
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