lunes, 27 de octubre de 2014

Mi hermano, cuando trabajaba, se controlaba más el tabaco y fumaba menos pero ahora que está en casa de baja, fuma como un carretero y yo también. Siempre está el cenicero lleno de colillas. Yo ayer, en El Escorial, estaba tan triste y notaba tanta falta de sentido a las cosas que me lié a fumar. Me daba consuelo estar prendido de un cigarrillo como un niño que está sujeto de un chupete, me daba el compás del tiempo, un tiempo inútil que transcurría con mi novia charlando de cosas intranscendentes, viendo gente intranscendente y estando en un lugar intranscendente dando paseos. Me dio la nausea sartriana o algo así y lo solucioné fumando. Al venir, las cosas adquirieron alguna forma lógica, me bañé, me tumbé en la cama a oír el ladrido de la radio y esperé a que llegara la hora de acostarme, esperando que el día de hoy trajera alguna respuesta a tanto sinsentido. Sólo sé que tengo que hacer la comida y eso me ocupará la mañana, la mañana triste de las horas sin fondo.

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