La vida transcurre tal cual es, no le demos vueltas. A veces se carga de problemas pero en general, es como una cucaña a la que hay que subir y seguir subiendo. Demos gracias a haber nacido y no habernos quedado en ese limbo de lo que pudo ser. Nuestra vida es preciada y preciosa y así debemos tomárnosla. A veces la vida cae en un tedio insoportable pero lo debemos soportar para que luego, en una chispa de luz, volvamos a disfrutar de la vida como si cualquier cosa.
La vida es áspera, mugrienta pero también ociosa, libertina como una cortesana. Debemos apurar esas veces en que la vida está lúbrica y desinteresada para darnos felicidad. A la barra de un bar, en medio del campo, en la gran ciudad, la vida a veces nos ofrece sus labios apretados para que se los besemos.
La vida es llevar zapatos gastados de andar de aquí para allá, es aprovechar esa oportunidad que nos brinda a veces de hacernos grandes como los dioses, como un dios que brilla al nacer.
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