En realidad a mí no me importan los casos de corrupción, ni el ébola ni nada de nada. Me importo yo mismo y cómo salir de mi marasmo. El otro día recibí un estímulo por parte de mi médico de cabecera al que le gustan los libros. Hablamos de libros y de mi afición a la escritura. Fue un pequeño resplandor dentro de la atonía en que vivo. Soy como un pez metido en su pecera, dando vueltas solo, matando su aburrimiento yéndose al fondo y volviendo a subir a la superficie en busca de ese mar que quedó lejos y simbolizaba la vida.
Hoy por hoy, ni escribo la última novela porque Paco no deja con él en casa ni hago nada con la que he escrito. Estoy como paralizado, como entregado a unos ritos torpes y que reducen mi vivir, llenándolo todo de rutina pobre e intranscendental.
Podría hacer más por mí pero no lo hago. A ver si Paco se pone a trabajar y todo cobra su normalidad. Si la rutina te aplasta, dile que ya basta.
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