domingo, 18 de agosto de 2013

He estado viendo un reportaje sobre un pueblo de Toledo que se llama Cebolla. Allí había una fábrica en la que entraban a trabajar desde muy jóvenes, sin acabar la ESO y ahora la fábrica se acabó y todo el pueblo está en paro menos los que se dedican al campo.
Al final, mi padre va a tener razón: todo el mundo se va a tener que comprar un tractor y hale, a arar la tierra.
Mi padre dice que las bielas todavía están sin engrasar pero que la gente irá viendo que hay que engrasarlas de algún modo. El campo es muy duro pero da. La construcción y las fábricas no dan.
En mi pueblo se vivía de la construcción y ahora todo el mundo está en paro.
El campo está ahí, en cuanto salgas un kilómetro del pueblo. Como tenga razón mi padre, volveremos a escenas ya olvidadas pero seguras, como en su día lo fueron. Andar caminos viejos no significa que no lleven a ningún lado.
A veces nos preguntamos si es bueno resignarnos o debemos ambicionar algo mejor en nuestras vidas. La dificultad reside en que a la ambición la empuja la voluntad y el riesgo.
Resignarse, la resignación cristiana la vemos en este mundo consumista y competitivo como la última opción, lo último que hay que hacer.
En determinadas circunstancias, sin embargo, es buena la resignación, una parada en nuestras aspiraciones para contemplar adónde hemos llegado porque una ambición desmesurada nos puede producir un encontronazo con una realidad que no abarcamos bien.
Dice un refrán inglés: métete en la boca lo que puedas masticar. 
Todo el mundo desea mejorar, pasárselo genial. A veces, metidito en casa ves lo pequeño que eres, lo poco que puedes y te resignas, !qué remedio! con un blog que escribes a cada paso para matar el rato como se pueda.
Se oye la radio en casa. Hay un hombre solo en ella. Pasea llevando un envase, un cenicero con colillas, su propio aburrimiento pasea. Las noticias dicen que va a haber siete millones de desplazamientos en este puente. El hombre se tumba en la cama tratando de amoldarse a la soledad pero no encuentra el suficiente hueco en ella para estar a gusto, no la encuentra atractiva esta vez mientras mira al techo, mira los armarios, mira la ventana y sigue oyendo la radio que dice cosas lejanas, abstrusas, de gentes ajenas.
Se levanta a mear, se asoma a la ventana. No ve a nadie. Hace mucho calor. El hombre tiene una enfermedad y no debe ponerse nervioso. Se repite para sí: "esperaré a las ocho e iré a comerme una hamburguesa. Así se me pasará el rato". El hombre piensa, otra vez tumbado en la cama, rodeado de las tinieblas de la habitación, en cosas que estudió en la universidad. Pasa revista a los profesores, a los compañeros. Luego piensa en su enfermedad, como empezó la misma. Luego piensa que él podría pasárselo mejor pero aparta este pensamiento para concentrarse en ese profesor de perilla que dijo un día que había estado en Pekín. Luego piensa que las cosas deben ser así. Luego piensa otra vez que no. Mira al reloj: falta media hora para la hamburguesa. Ya está chupado.
Domingo de agosto por la tarde. Plena crisis. Gran vía de Madrid. Dos parejas alemanas disfrutan de un refresco en una terraza. Se hospedan en las inmediaciones. Han visto El Prado, el Museo Thysen, han comido paella y se van en AVE a Alicante para después pasar el resto de días de vacaciones en Denia. Están alegres, bromean sobre el modo de vida de los españoles, sobre la familia que han dejado en Alemania, sobre sus trabajos.
Saliendo por la calle de Alcalá a la derecha se llega a la estación de Atocha y en la línea cinco de cercanías se llega en tres paradas a Villaverde bajo. Allí, dos jóvenes españoles han decidido cogerse un "globo" de hachís. Han comprado la "mierda" en Atocha y se sientan con dos "birras" de litro en el andén, en un banco mugriento.
Uno dice: voy a fumar hasta que el cercanías se vuelva amarillo fosforito.
El otro se ha estirado en el banco, amodorrado. Mañana es lunes, no tienen trabajo, no tienen esperanzas. Sólo el deseo de que el "globo" les transporte lejos de allí, de esa estación cutre del sur de Madrid.
 Cuando una persona se pone en plan gilipollas, plan que suele ser incomprensible para cabeza humana, lo mejor es no hacerla caso porque hagas lo que hagas, la gilipollez de esa persona no comprenderá nada, tú no comprenderás nada y la cosa se pondrá peor. Y encima, tú tendrás la culpa de todo.
Lo mejor es perder de vista a esa persona hasta que se le pase el estado de gilipollez.
Para estos casos, nada como el cine o un paseo o encontrar a una persona con la que pasar el rato pero sin contarle lo gilipollas que está esa otra persona. La gilipollez no interesa a nadie.
A lo mejor esa persona pasa por muchas fases de gilipollez y es irrecuperable. Entonces es mejor pensárselo bien y abandonar a esa persona que cae tanto en la gilipollez a que le aguante otro o que vaya a un especialista a ver qué coño le pasa en la cabeza a esa esa estúpida gilipollas.
Numerus stultium infinitus est.
Caso real y aburrido y asqueroso:

La novia le dijo al novio que esa tarde noche iba a pasarla con una amiga así que el novio se fue con su hermano a ver a unos amigos al pueblo de al lado. Fueron en bus. En medio de la reunión, el novio recibió una llamada de la novia diciendo que no había quedado con esa amiga y el novio le dijo a la novia que cuando acabara con la reunión la llamaría para salir. Al acabar, llama el novio y la novia le dice que está dando un paseo con su madre. El novio le dice que va a cenar en casa y luego llamaría para salir. Cena con el hermano y en medio de la cena, llama la novia. El novio fija las diez menos cuarto para quedar. Cena tranquilamente pero recibe un sms de la novia que dice: quedamos a las diez. Cuando salían novio y hermano para salir recibe una llamada de la novia diciéndole que ya no salía, que se quedaba cuidando a su padre. La novia se pone violenta por el móvil, el novio no sabe por qué. El novio se va con el hermano a un pub pero se aburren y se van. El novio llama a la novia pero esta le dice que está en la piscina, que no sale. Los hermanos pasean por las calles y la novia no deja de mandar sms estúpidos. El novio está cabreado por tanto jueguecito. Le manda a la novia un sms: mañana no salgo contigo. Al otro día por la mañana el novio recibe un sms diciéndole que él tenía la culpa de lo que pasó el día anterior.
Pasado el 15 de agosto dicen que empieza a refrescar pero este año no. Nunca el calor y las vacaciones tuvieron las calles tan desérticas como este año. Los pueblos y las playas estarán llenas pero Madrid y aledaños parecen eriales de sol, bares vacíos, carreteras sin 
coches, la soledad más absoluta se abate sobre estas ciudades pudientes en que todo el mundo tiene unos duros que gastar viajando. Los que quedamos, pues, somos una especie de pringados de las circunstancias que nos hemos quedado a contemplar el soporífero desamparo de la ciudad.
Yo me voy mañana a Cádiz a ver qué tal. Otros ya han agotado sus vacaciones, en agosto no trabaja casi nadie. Sea porque sus padres son mayores, sea porque no se tiene dinero, sea la circunstancia que sea, el que baja al bar a matar el rato sólo tiene por compañero al camarero y al periódico infame que cuenta la corrupción asquerosa de políticos jetas y guerras en El Cairo. En casa se aburre uno solo como una ostra del mar; fuera, en la calle, siente la angustia de la soledad y este terrorífico calor que no para, que no para.
Parecer desdichado es ya mendigar.
Las mujeres son inconstantes y caprichosas. Parece que así las educa la sociedad. Puede haber hombres así también porque así les han educado pero suele coincidir en el sexo femenino el hecho de mostrarse veleidosas e incomprensibles.
Lo que hay que hacer ante una demostración de inconsciencia por parte de una mujer, es mantenerse firme en tus decisiones para que ella vea que tú no eres veleidoso como ella y no te pliegas a sus antojos.
Hoy en día, con los casos de violencia hacia las mujeres que se dan todos los días, parece mal referirse a las mujeres en tono crítico pues da la sensación que todo lo malo lo hace el hombre y la mujer lo soporta todo. Pero se dan muchos casos en la relación de parejas, tantos casos como parejas hay en el mundo y es inconcebible pensar que siempre se porta mal el hombre con la mujer.
El caso es que hay mujeres que en un momento dicen sí y dentro de un poco dicen no y al hombre le tienen pendiente de sus estúpidos deseos cambiantes. El hombre, ante esta especie de juego, debe mantenerse en una postura concreta y no ceñirse a los caprichos de esa mujer porque si no acaba loco. Además, debe sufrir que siempre tenga la culpa él aunque la que crea el lío es ella con sus indecisiones.
Perdona una vez pero no tres.

viernes, 16 de agosto de 2013

Con la somnolencia propia de la siesta, con la soledad a cuestas por no irme de vacaciones, con el aburrimiento propio de no saber qué hacer pues no hay nada que hacer escribo esto por el puro deseo de dejar constancia de que estoy, al menos, lo suficientemente despierto para escribir.
Cataluña se quiere independizar. Las hormigas corretean por los caminitos de Dios. Los políticos viven de la política. El cielo es soberbio en su azul de diamante. Las calles brillan de la ausencia, de la garrula ausencia de la gente. Hay un torero que va a torear hoy a las cinco en una plaza jugándoselo todo. Mi pueblo está en fiestas y seguro que hay mucho ruido en él. Los restos de una paella descansan en la cocina. Mi hermano descansa hoy por fin de todo un año de esperar en la parada de los taxis. Mi hermano es "taxicómano". Mi hermano se parece mucho a mí físicamente porque es mi gemelo. Fin de la historia. No hay historia ni ganas de contarla.

jueves, 15 de agosto de 2013

Los grandes árboles mecen sus ramas como si fueran niños chicos, arrullándolas y componiendo pequeñas rimas con el rumor de las hojas al tocarse. Un rumor fresco de raros ecos.
En la pradera, un hombre que cuida la ermita mira la gente que da vueltas y se asombra de la paz que impera allí.
Los cerros allá lejos parecen decir que guardan la paz de este santo lugar. Aquí vivieron santos, almas que coincidían en Dios y que en el rezo se unían a Él con todas sus fuerzas.
Pero los que vienen ahora a contemplar este sitio imperturbable casi siempre portan cámaras de fotos, gritan y alejan con su poco decoro todo lo santo que aquí vive entre los árboles, entre las cruces, entre los arcos de la pequeña ermita.
El hombre que cuida la ermita los quiere ver lejos y prefiere a las beatas que con su silencio devoto y respetuoso sólo turban un poquito el ambiente con sus rezos tranquilos.
El santo lugar quiere silencio y paz. El mundo trae voces y falta de decoro.

miércoles, 14 de agosto de 2013

La playa. En cuanto llegan, compran una sombrilla en una abigarrada tienda. La montan enseguida, colocan las toallas. Ismael se quita el reloj con prisas y lo mete en una bolsa. Van derechos al agua como si fueran al bautismo, un bautismo laico y festivo. Se meten entre las olas y empiezan a jugar como chiquillos. Ismael nada, bucea, salta, toca la arena del fondo, no se cree tanta dicha por unos instantes.
-Es bonita esta playa. Está muy limpia. Ismael fuma un cigarrillo y aspira hondo. La sombra de la sombrilla le dibuja un traje tenue en el cuerpo, las gotas de agua de mar le resbalan por su piel morena.
- Hemos comido bien, ¿no?
- Sí. Ahora, todas las tardes, un bañito. Mañana vamos a ver Cádiz que tengo ganas. Conduce Paco.
Paco apenas ha hablado, es menos exultante que la pareja, que ha exclamado toda la dicha de estar allí. Paco dice "vale" y deja la mirada puesta en el horizonte, donde dice que encuentra serenidad.
Los tres se recogen más tarde en un silencio observador. La playa. Todos los años el mismo deseo. El tiempo pasa para los tres.

agosto

Aunque sea por el mero hecho de escribir por escribir, voy a describir el ambiente de una ciudad residencial en agosto en España. Por la mañana se ven paseantes de edad aprovechando el fresco. Por las calles deambulan inmigrantes con sus hijos. En general, se notan más los que se han ido de vacaciones, por la envidia que provocan que los que nos quedamos, por el aspecto somnoliento y aburrido con el que vamos por la calle. Muchas tiendas están vacías, hay obras.
Por el calor, no se tiene hambre y acude uno a la mesa sin apetito alguno. Solo se desea beber cerveza en el bar. Se pasa el día fumando, pues no hay cosa que entretenga al no haber nadie con el que echar una parrafada.
No se habla de nada en particular, solo del calor, de la crisis y de la poca gente que ha quedado.
La gente suda, se refugia en casa huyendo de las altas temperaturas. La piscina comunal también está vacía. Las playas deben estar llenas a la fuerza. 

martes, 13 de agosto de 2013

Lo más duro que hay en la vida es luchar contra la propia voluntad o las inclinaciones que uno tenga. Sabemos de sobra que lo estamos haciendo mal, que esa forma de ser o esos vicios o ese rasgo de nuestra personalidad no nos lleva más que al error y aun así persistimos en nuestras debilidades.
Lo peor es no darse cuenta de que erramos y peor aún es sufrir porque no sabemos dar la vuelta a tal conflicto: o dejo de ser así o lo pierdo todo.
La gente que nos rodea nos conoce y transige con ese modo de ser nuestro pero no es el adecuado porque un día tenemos que mostrar la cara fea y dar explicaciones que no nos gusta dar.
No podemos hacer lo que queramos ni ser como queramos, es la triste realidad. Las condiciones sociales nos atan a unos comportamientos aceptados como norma y se han de cumplir.
Dice un proverbio árabe: la guerra santa más meritoria es la que se hace contra las propias pasiones.
A la plaza bajan las palomas de los tejados y van agitando el buche, como sonajeros de la mañana. Suele haber un par de viejitos madrugadores que charlan sentados en un banco. Cuando se llegan las diez, las tiendas se abren y ya acude gente a la plaza.
Así en todos los pueblos y ciudades de España.
Yo tengo poca España en los pies y en la vista pues he recorrido muy poco mi propio país.
Me gusta ser viajero y ver cosas nuevas, modos de vida, organizaciones de lo urbano, calles y callejas y gentes de todo pelaje. Y disfrutar también del camino.
Pero no soy viajero. He leído mucho más que andado, he quemado mis ojos con la tinta y no con las extensiones del terreno, con el sol español que deslumbra iglesias, plazas y playas por doquier en este país. Me da pena oír nombres de lugares y no haber estado en ellos.
Quizá algún día me harte y me convierta en viajero y pise mil plazas y vea mil gentes para que mis ojos se llenen de mil cosas nuevas.
Cuando uno se levanta por la mañana, ve los requerimientos de la casa (hay que hacer las camas, hay que hacer comida, hay que limpiar el baño, hay que barrer y fregar el suelo, hay que pasar el paño por los muebles, hay que ir a la compra...)
Luego vienen una serie de requerimientos personales quizás más peliagudos porque nos incumben a nosotros mismos y la voluntad es débil y el vicio, fuerte (hay que dejar de beber, de fumar, de trasnochar, me tengo que arreglar la boca, a ver si me apunto a ese curso tan importante...)
Y si en la casa habitan niños, todo resulta más incómodo, más atareado porque los requerimientos de los niños son odiosos, inevitables y tiránicos. El niño pide y pide sin consideración.
Y si hemos cumplido con la casa, con nosotros mismos y con los niños, nos sentamos en un sofá durante un rato hasta que el carrusel de lo doméstico se pone en marcha otra vez. Y no para.
Dice un refrán: ahógate o nada. Pero nadar cansa mucho y termina uno ahogado.

lunes, 12 de agosto de 2013

Decimos muy a menudo: "el mundo es para los jóvenes, los jóvenes deben tomar las riendas, de los jóvenes es el futuro". Pero, ¿cómo son los jóvenes en España, esos que tienen de veinte a treinta años? ¿Confiaría un adulto en algún joven de esa edad? A los jóvenes les acosa el paro, el alcohol, las drogas, el sexo por diversión, la incultura y quitando unos pocos que saben lo que cuesta ganarse la vida, los demás están encenagados en estos "entretenimientos". O así lo creo yo.
La verdad que juzgando por las conversaciones y pasatiempos de estos chicos de hoy en día nadie les tendría por unas eminencias de la patria, aunque debe haber muchas excepciones honrosas a lo que se piensa hoy en día de la juventud.
Es muy común decir también: "como este me tenga que pagar la pensión cuando sea viejo..."
Hay que dar un voto de confianza a estos chicos porque tienen la mente despierta y el cuerpo ágil, aunque nos parezca que están en las Batuecas. Son el divino tesoro que todos tuvimos.
La Gran Vía de Madrid está atestada de turistas. Los altos edificios color crema, color ceniza, color blanquecino se alzan como si se quisieran tragar todo lo que avanza desde la Plaza de España a Callao. Los laterales de esa vía lucen de remates simbólicos como leones, ángeles, diosas que blanden una lanza expresando victoria en la cúspide de estos gigantes de la arquitectura civil.
Yo voy andando por una acera y me voy fijando principalmente en esos cuerpos que hizo la naturaleza casi divinos para que se queden preñados, para que engendren hijos que perpetúen la especie.
También me fijo, por su extravagancia, en algunas personas que van vestidas de formas raras o van dando gritos o van en patinete o van diciendo lo que sus ropajes y cosméticos dicen de barroco y llamativo.
A los lados de la acera, aparecen las puertas de restaurantes caros, por estar establecidos en tan formidable lugar de Madrid.
Los turistas duermen, comen y fornican alegremente en las habitaciones de hoteles de esta concurrida calle. Da gusto pensar en las carnes de esa alemana que se cruza conmigo tumbada en una cama esperando mi acometida mientras el gentío pasa por las anchas aceras, anchos mundos de la Gran Via de Madrid.

Hoy, al taxista con el que hablo de política y tomo café le he dicho que le iba a pegar un cogotazo y le he llamado analfabeto informático. Si ve este blog, quiero pedirle disculpas.
Toda esta altanería estúpida por mi parte se debe, creo yo, a mi estado de aburrimiento y mi bajo tono vital que hace que esté irritado con la gente.
Encima, el hombre me ha invitado a café y ha apuntado esta dirección de blog, para visitarla. En vez de haber estado agradecido, he estado muy grosero.
Las opiniones de este hombre, todo hay que decirlo, son un poco arbitrarias aunque me consta que lee el periódico todos los días y procura estar informado. Hace un esfuerzo de agradecer por no soltar la primera chorrada que se le ocurre, como hacen otros.
Este hombre, a primera vista, parece un poco extravagante y descuidado pero es una gran persona. Me arrepiento de lo que le he dicho y mañana le invitaré a café y le pediré perdón en persona, que es como debe de ser.
En el aluvión de sucesos humanos que ocurren día a día me sorprendió lo que voy a contar.
Emilio Contreras, un hombre de lo más normal, medio analfabeto por proceder del medio rural y haber nacido demasiado pronto y haber soportado los rigores de la dura posguerra española, se encontró un día de frente al juez por haber pegado una patada a un perro y haberle arrancado el belfo superior.
El perro lucía una falsa sonrisa estúpida que no gustaba a su dueño, un terrateniente que pasaba unos días con su hija en una urbanización de lujo de los alrededores de Madrid. El dueño, asimismo, quería una indemnización por el daño causado al perro, de raza dálmata suizo.
Al juez le cayó simpático Emilio Contreras, que justificó su patada porque el perro le había lamido en la boca. 
El fiscal exigió una multa excesiva para Emilio. La multa fue de 2000 euros. La patada en los cojones que recibió el terrateniente a la salida del juzgado le dejó postrado más de un mes. Para el terrateniente no había multa suficiente para indemnizar este nuevo daño. Emilio pagó religiosamente otra nueva multa pero el daño ya estaba hecho.

domingo, 11 de agosto de 2013

Después de la fiesta siempre hay alguien que se rasca la cabeza. Últimamente no hay fiesta que merezca la pena. Por lo menos a mi alrededor. El refrán francés que encabeza mi reflexión lo deberíamos tener muy en cuenta. También podría ser: después de la fiesta hay quien se tienta el bolsillo.
Las fiestas son bendecidas hasta por la iglesia, que lo ve como una comunión colectiva que celebra la gloria de un santo o de Dios mismo.
Pero en mi pobre vida no hay fiesta ni música ni baile. ¿por qué creéis que escribo tanto?
Porque esto que escribo es el resultado de mi estado infeliz de aburrimiento supino.
Y hace ya años que no bailo.
¡Cuánto me gustaría que una jovencita, dulce de cuerpo y espíritu viniera conmigo a bailar! Se me quitaría toda la telaraña de melancolía que tengo por la cabeza y sería un hombre nuevo al acabar la fiesta con la mozuela.
A quien desea demasiado, nada le falta.   
Tengo una teoría que afirma que es feliz el que no se da cuenta de nada. Conozco gente feliz que son unos completos inconscientes. Porque, si miramos un poquito a nuestro alrededor, ¿que vemos? Niños que se mueren de hambre, guerras que no acaban, vecinos que van al comedor social y bares que se cierran.
En agosto, en mi ciudad, se produce una desbandada general de gente que deja las aceras huérfanas, la gran vía inhóspita y los pisos cerrados a cal y canto. Y yo me quedo en medio de este desierto de esquinas y parques.
¿Y eso es bonito?¿Cómo quiere el fiel lector de mi blog que yo esté contento y feliz?
El lector de mi blog es precisamente un sobrino mío que ha tenido la paciencia de leérselo entero. Si yo destilo tristeza por algo será. A mí la vida no me ofrece nada bonito.
Yo, ahora mismo, me conformo con un baño en el mar. Pero las malditas circunstancias me tienen atado a esta puta meseta manchega de mierda.
Dice un refrán: los pensamientos no pagan impuestos. Pensemos gratis pues.
Cuando uno hace algo de consideración, pide a los cielos todos juntos que se lo reconozcan aunque solo sea para que el orgullo se sosiegue y tenga lugar donde alzarse con el triunfo del agradecimiento.
Así yo, que he escrito una novela y deseo que sea leída para que me digan si está bien o está mal, si hay algo de interés en ella, si es demasiado breve o cojea de algún defecto de estilo, si se disfruta leyéndola o aburre. En fin, quiero una opinión.
Pero en esta vida, como todo va como por falsos reconocimientos y cumplidos para caer agradable y estamos en crisis, me temo que pocos la leerán.
Bueno, yo ya hice suficiente con haberla escrito y publicado, que, como dijo Cervantes, tan difícil es como hinchar un perro.
Yo sigo escribiendo que es lo mío y pronto habrá otro título publicado si no me fallan las editoriales.
No es feliz más que quien cree serlo.

Dice un lector de mi blog que en mis reflexiones, historias y confesiones que publico en él suelo ser pesimista, denoto tristeza, lloro sin consuelo y aburro con mis melancolías.
Yo, sintiéndolo mucho, no tengo mucho de qué alegrarme en este perro mundo al que fui arrojado.
Pero bueno, por una vez, aparentaré una alegría que parezca verdadera a los ojos de mis ínclitos lectores y dejaré las lágrimas habituales para otra ocasión.
No había despertado la alegre aurora con sus trinos tempraneros y su rocío impregnando los campos, cuando Ismael abandonó las sábanas y se echó a andar por tierras serranas. Allí, debajo de un sauce milenario se lavaba el germen de sus placeres una mocita aguerrida, acurrucada frente al arroyuelo.
Ismael quedó prendado de semejante belleza y ni corto ni perezoso, con los primeros rayos del sol tintando la espesura del viejo bosque, dijo a la mozuela:
-Nunca vi yo carnes tan firmes ni tan dulces en mi vida.
A lo que contestó la serrana:
-Pues mi naturaleza está muy fresca también y con deseo de la tuya, para que nos desperecemos esta mañana tan gentil.
Y echaron una pelea muy brava la moza e Ismael que nunca pensó que madrugar trajera tales venturas para su humilde polla. 
Dice el refrán: la felicidad es el cebo de la temeridad.

sábado, 10 de agosto de 2013

Se me ha levantado un dolor de cabeza de dimensiones colosales. Abarca desde la frente al colodrillo pasando por los alrededores de las orejas y colándose por el fondo de los ojos.
Eso me pasa por rodearme de gente indigna y tóxica que no me cuenta más que rollos macabeos o me pide cigarrillos o me interroga o me dice: "vamos a ver. Esto es así porque lo digo yo y punto".
La verdad es que no me junto con nadie divertido con el que poder reír un rato. Todo el mundo anda mal de la cabeza.
No encuentro nadie coherente, con ganas de descojonarse de la triste realidad que vemos todos los días. La gente debería tener un poco idea del absurdo que representa vivir esta vida que llevamos, de esa manera se reiría más.
Ya sé que estamos en crisis, que no tenemos dinero, que todos estamos a punto del llanto. Pero no encuentro a nadie que dé la vuelta a ese llanto y se mee de risa de su propia sombra.
Los que no me piden me aburren y todos en general son bastante romos de inteligencia. Así no hay quien viva en agosto.

viernes, 9 de agosto de 2013

Cuando se llega a los cuarenta, la mayor parte del tiempo te lo tienes que montar por tu cuenta. Ya no hay un montón de amigos a los que llamar para echar un partido de fútbol o pasar un rato el fin de semana bebiendo o bailando.
A esa edad sueles estar solo porque todos tus amigos se han casado y con su mujer y sus hijos ya tienen plan para todo el día.
Si a los cuarenta no tienes trabajo no sabes en qué echar las horas y te da por aficiones raras o hacerte voluntario de una ONG. O estudiar una oposición para pasar a ser el bicho raro de la biblioteca.
Se intentan muchas cosas para encontrar a alguien que está rehaciendo la vida pues se ha divorciado o sigue soltero.
Me cuenta mi novia que es muy difícil encontrar un hombre potable hoy en día, que todos los que hay ahora no hay por dónde cogerlos. La vida es así de dura. Nos condena a la soledad en cuanto que nos descuidemos. Yo también paso algunas horas solo. Mi compañía son los libros. A gusto dañado, lo dulce le resulta amargo.
Lo malo es eso: que todo nos sabe mal pasados los años.
A veces no tenemos un problema o varios problemas que resolver, sino que tenemos que resolver toda la circunstancia, toda la inmensa circunstancia que nos rodea y sobre todo cuando esta es adversa y no se adecua a nuestro modo de ser. Y hay que salvar la circunstancia o no nos salvamos nosotros.
Pongamos un hombre o una mujer que no ha hecho más que trabajar toda su vida y se queda en paro. Quedarse en paro es una circunstancia todopoderosa, maligna y difícil de sufrir. Se da el caso de que en España es una circunstancia que está cundiendo mucho.
¿Cómo se salva esa circunstancia?
No se salva de ninguna manera. Esa circunstancia corroe toda la personalidad del que la sufre y queda hecha un guiñapo. La persona que la sufre queda inerte, dándose a los diablos, renegando de su tiempo y de su vida. La circunstancia puede con la persona.
Es muy fácil decir que así se tiene tiempo libre y todas esas chorradas que pretenden atenuar el hecho de sentirse inútil, derrotado y pendiente de una ayuda del estado.
¡Vaya país! No puede el hijo de Adán sin trabajar comer pan.

jueves, 8 de agosto de 2013

Ya he publicado un libro. Se llama "La seducción del diablo". Cuenta la historia de una monja seducida por el diablo y además aparece un profesor dispuesta a ayudarla. Es erótica, de un erotismo no muy fino pero sí imaginativo.
Si buscáis en google "ismael moreno seducción del diablo" os aparecerá. No tiene muchas páginas pero el estilo es bueno, es gustosa de leer.
Estoy trabajando en otra novela que me reportará honra y fama a raudales.
Espero que todos mis lectores de blog hayan tenido o vayan a tener unas buenas vacaciones. Yo sigo en Madrid y me está empezando a entrar la depresión. Menos mal que el 19 me largo a Cádiz a pasarlo bien.
Ego valeo, cura ut valeas.



martes, 6 de agosto de 2013

Luisito preparó una lista de libros leídos para apabullar a su novia, que no había leído ninguno en su vida a sus cuarenta y dos años.
A bote pronto, le salieron trescientos cuarenta y tres libros, cuyos títulos dejó registrados en diez folios. El título que más gusto le dio recordar fue "Nuestra señora de París" de Víctor Hugo y el título más odioso fue "El extranjero" porque nunca entendió esa novela aunque la había leído cuatro veces.
La novia dijo que aquello no era posible, que no había cabeza humana en que cupiera tanta literatura. "Te lo has inventado", dijo, dejando constancia de su estupidez.
"Bueno", dijo Luisito. "A mí, conque no me hagas ver la payasada de "Gran Hermano" me conformo."
Con este tipo de demostraciones de fuerza, la relación se vino abajo. Luisito encontró su verdadera media naranja y Eva María, su novia, se quedó de frente a la televisión, como una boba más.

lunes, 5 de agosto de 2013

Quien se fíe de la palabra de una mujer, que no abrigue muchas esperanzas. Son aduladoras y mentirosas porque así les han enseñado desde pequeñas. Prometen, mas no cumplen.
Esperan siempre que se cumpla la palabra del hombre que, tonto de él, no hace más que prometer y cumplir para llevársela a la cama.
Ellas no se creen en la responsabilidad de lo que dicen pero tiene muy en cuenta lo que dicen los demás, lo que ofrecen los demás, a ver cuál es el mejor postor.
En todas las mujeres hay una pequeña ramera que ofrece su mercancía.
Y en todas una mentirosa que también promete promesas que nunca llegarán a término y así hacerse las irresponsables para que el tonto que tienen al lado vaya corriendo a solucionarles la papeleta.
El agua, el fuego y la mujer no dicen jamás "basta".
Nadie sabe quién muere y quién vive. Vivimos ajenos a lo que sucede aunque leamos con detenimiento el periódico o diez periódicos.
Los de arriba no te van a contar a ti ni a nadie por qué hacen las cosas. Los designios de los que mandan son muchas veces secretos e intrincados.
Además, lo que viene en los periódicos no es ni un uno por cien de lo que pasa y para hacernos idea de lo que pasa realmente, casi habría que vivirlo y nuestra vida es espacial y temporalmente, breve y limitada.
Como de teoría no se puede vivir, ya que toda teoría, para que quede comprobada, ha de pasar a la práctica, con la teoría explicamos más bien poco y con la opinión, aun menos.
Nos dimos cuenta tarde de cómo derivó el comunismo en Europa; esto es, en la URSS. Quizás poca gente se dio cuenta de lo que significó el Thacherismo. Estamos digiriendo lo que hizo Bush hijo.
No sabemos nada. Es mejor hacer el bien sin saber a quién.

Cuando le pides a la vida emoción y la vida te dice: siéntate a leer un librito, date un paseito y a acostar temprano.
Entonces la vida pierde el brillo que una vez tuvo y empiezas a sentirte viejo porque tu corazón palpita tan tranquila y seriamente que da pena oírlo.
La gente que no pide nada a la vida vive con con la pequeña y triste ilusión de acostarse sin sentir ni sufrir  ni una incomodidad.
Los que desean que la vida haga palpitar a mil el corazón, buscan ansiosamente la muerte en mil peligros, en mil viajes, en mil encuentros y entre esos que desean la taquicardia vital están los aventureros, los asesinos y los toreros.
Yo tengo poco de aventurero porque soy cobarde y sólo juntando palabras hallo algo de emoción pero cuando esté en la playa nadaré hacia la línea del mar con el cielo y desafiaré a algún tiburón, si lo hubiera. Y si no, desafiaré al canto de las sirenas, como hizo Ulises.
Lo que escasea se desea. Yo quiero un unicornio.

Miró su reloj digital. Hojeó un periódico. En la pobre sala de espera, los enfermos mentales, viejos o jóvenes, acompañados o solitarios, esperaban su turno. Jugaban con sus móviles u ojeaban unos papeles. Todos tenían caras hoscas, de preocupación o de cansancio por la espera.
Miró otra vez su reloj y pensaba que ya le tocaba. Entonces oyó la voz de su psiquiatra en el pasillo. Su psiquiatra era joven, decidida en sus expresiones. El enfermo habló y dijo que estaba triste, que no hacía más que fumar, que se sentía solo, aburrido, cansado y enfermo. La psiquiatra intentó comprenderle pero en cuarto de hora de entrevista no tenía soluciones válidas que ofrecerle. Le aconsejó ejercicio, le dijo que fumara menos, le dijo que tenía a sus padres.
El enfermo no logró esbozar una sonrisa cuando la psiquiatra aventuró un chistecito. Con un deseo iluso de mejora, le fue rellenando recetas. Le recetó un medicamento nuevo. La psiquiatra le despidió deseándole que se animara y disfrutara de la vida. El enfermo mental llegó a casa sin alivio ninguno. Pasarían días deprimentes. La enfermedad era así.
Se levantó con desgana. Fue en calzoncillos a la cocina y fregó una pila de cacharros y luego desayunó. Estaba muy triste y acababa de empezar el día. Se sentó a fumar sentado en el retrete y repasó la vida que había llevado ese verano. Su autoestima cayó comprobando que no había hecho nada de valor desde que empezó la estación del calor.
Su pensamiento y su sentimiento iban de la derrota vital al agotamiento moral. No dejaba de estar triste y sumido en cavilaciones deprimentes. El verano no entonó su canción esta vez. El verano estaba pasando como una serpiente desnuda y arisca sobre su piel. El verano era un desierto, arena, roca inhóspita.
No recordaba risas, conversaciones amenas, amigas en todo el mes de julio. Ahora, agosto se desenvolvía solitario y hosco. Se sentía como un viejo.
Era asqueroso constatar que se estaba aburriendo, que la vida le daba tan poco que casi no merecía levantarse por las mañanas.

domingo, 4 de agosto de 2013

Son las cuatro de la tarde de primeros de agosto y un diabético sale a dar un paseo de una hora como le había dicho el doctor. El doctor le había dicho que necesitaba adelgazar porque su próximo órgano que iba a sufrir un colapso no era el hígado, lleno de glucosa, sino su corazón, lleno de grasas y nicotina que se le iba pegando a las arterias.
Este diabético, después de comer una barbacoa en la finca de su hija llegó a casa y lleno de remordimientos, después de fumarse diez cigarrillos, decidió abandonar su casa y salir a pasear una hora.
No ve a nadie por la calle, va avanzando a grandes zancadas y va fumando un cigarrillo detrás de otro pues al final no se atrevió a dejar el tabaco en casa. A la altura del ambulatorio, se encuentra fatal. Entra en urgencias del ambulatorio. Ve al doctor que le recomendó la hora de paseo. Está de guardia. El doctor, al verlo, se lleva las manos a la cabeza, ya no sabe cómo librarse de él, ¿o sí? La hace pasar a una sala, le inyecta un líquido mientras le va calmando. "Un hipocondríaco menos". El doctor fue detenido al día siguiente.
Son las cuatro de la tarde de primeros del mes de agosto. Un señor anciano se ha puesto a ver la tele con el volumen a todo trapo porque está sordo. Ha habido visita. Ha venido la familia a verlos: hijos, nueras, hijas, yernos, nietos. La mesa la está recogiendo la mujer del anciano, que está cabreada y cansada.
En la tele, hay una tertulia insidiosa que no para de hablar de los asuntos políticos del momento. Hay contertulios que alzan la voz, suena atronadora la voz tristemente familiar y asquerosa de los contertulios. La anciana esposa no puede más. "Ya verás cuando recoja", piensa malignamente.
El anciano se queda dormido en el sofá, aun cuando el televisor atruena de voces coléricas y sañudas.
Una vez que la anciana madre y esposa recoge todos los cubiertos y migas del suelo de debajo de la mesa, va por la olla a presión que está en un armarito de la cocina, se acerca al anciano, que ronca como un camión que arranca. La anciana, con todas su fuerzas, asesta tal golpe en la cabeza del anciano que le mata al instante. Después, la anciana pega otro golpe a la televisión con una rabia de años. Salen chispas del engendro, por fin se calla con la olla empotrada. La anciana se sienta en una silla de la cocina. La detuvieron a los dos días.
Son las cuatro de la tarde de primeros de agosto. Un hombre suda en un piso mientras reúne en una bolsa deportiva un bañador, una camiseta y un revólver.
Le caen gotas de sudor por la nuca, empieza a sentir una sed tremenda. Se conciencia de lo que va hacer. Se mira al espejo, no sabe muy bien por qué. No tiene nervios.
En una tienda de chinos, el chino ve un concurso por la tele, detrás del mostrador, sentado plácidamente. No viene nadie. Mientras, el hombre sale del piso, cruza una zona peatonal y nada más meterse en una calle, a la derecha, penetra en la tienda del chino, saluda y se fija en que él es el chino que busca. Saca dos cocacolas de la nevera, las pone encima del mostrador. Cuando el chino va a darle la vuelta de dos euros, vacía el cargador del revólver en la cabeza del chino. Sale de la tienda, donde se ha formado un revuelo de vecinos, se bebe una cocacola y se dirige a la piscina vecinal.
No es un crimen causado por el calor. No es un crimen racista. El chino se acostaba con la mujer de la que se acababa de separar. El hombre es detenido en la piscina a las dos horas de búsqueda.

sábado, 3 de agosto de 2013

Quizás lo más bucólico que darse pueda en una ciudad es una piscina. Los árboles y el césped atemperan el calor del día y parece que lo sojuzgaran al imperio acotado de la sombra y el fresco.
El agua azul feliz de la piscina también trae su ráfaga de frescor donde la gente se sienta, come su bocadillo, bosteza inmensamente y habla con la desgana que da el estar tumbados con unas horas por delante sin tener nada que hacer.
Las mujeres hablan de próximos eventos como bodas o bautizos y los hombres pierden la mirada hacia los senos y caderas de las hembras que se recuestan sobre las toallas, esas mujeres desconocidas que han venido a la piscina invitadas y han armado un revuelo de miradas y comentarios sobre sus cuerpos.
Yo paseo la vista por los corros que se van formando a la sombra de los árboles. Mis amigos hablan de cine, de la última película vista, cae el sol de forma gradual, como un bálsamo que trae la brisa de la tarde. Y todo se ha cumplido casi como quería Dios. La carne ociosa siempre es lujuriosa.

viernes, 2 de agosto de 2013

En España es común este tópico acerca de la educación: "antes en la escuela nos pegaba el maestro y si nos quejábamos, nos pegaba nuestro padre, algo habrás hecho. Ahora, son los chicos los que pegan al maestro o al profesor, ya no hay ese respeto que había antes a las personas mayores."
Se habla en España mucho de educación de esta manera, con muchos tópicos que no dicen nada.
Yo he sido profesor y casi no sé nada de la educación de hoy en día: no sé si es moderna o no; no sé si se aprende mucho en las aulas o no. Yo sólo sé que hice mi trabajo como me lo mandaron y respeté a los alumnos, fueran estos aplicados o díscolos y me peleé mucho con ambos tipos.
La norma que yo sigo para entender la educación en este batiburrillo de opiniones es esta: habrá alumnos que aprendan aun a costa del profesor y habrá alumnos que desearán por encima de todas las cosas que se acabe su escolarización para ser libres. Creo que el protagonista de la educación es el alumno, nadie más.
Deja la bola rodar que ya parará.
El buen guiso depende de la paciencia del cocinero. La buena novela depende también de la paciencia del escritor. El buen trato que recibamos de una persona, en gran parte, dependerá de la paciencia de esa persona con nosotros.
La paciencia, el mirar y remirar las cosas, respetar la cocción, considerar a fondo el planteamiento de una trama para el caso de una novela hará que el resultado sea agradable.
Y ¿cómo se cultiva la paciencia? La experiencia de las cosas nos va enseñando que las prisas estropean el guiso, la novela y el acercamiento a las personas. Es mejor dar tiempo, soltar hilo para que el anzuelo llegue al fondo del mar, donde están los peces más gordos.
El verano engorda el cielo de llamaradas de sol, hace sudar los cuerpos, engendra veleidades antes nunca sentidas y acorta las noches ladinamente. Al cabo de un año tiene el mozo las mismas mañas del amo.
Es innato en el ser humano aprender, seguir modelos. Quizás el modelo que se sigue es incorrecto pero aprendemos de esa incorrección, seguimos el modelo incorrecto del que hemos aprendido.
En todas las oportunidades, el hombre aprende, va asimilando un modo de vida del que cree que es superior en enseñanzas o aprende de un ejemplo que es igual al docente, sacando conclusiones de la conducta a seguir, de lo que hacen otros iguales a nosotros.
Hay que tener mucho ojo para aprender de ejemplos, no de lecciones que se basaron en conocimientos probados. En la escuela, aprendemos de conocimientos probados. Aprendemos, por ejemplo, la ley de la gravedad y la ortografía. La utilidad de estos conocimientos la vemos después o no la vemos nunca, según como sea la vida que llevemos después.
Pero el aprendizaje más relevante que hacemos es aquel que nos dice qué queremos ser en la vida. No la ortografía, sino aprender que uno quiere ser piloto de carreras, por ejemplo.
El deseo hace hermoso lo feo. Lo que se aprende a desear, siempre es bueno.
Hoy ha dicho mi horóscopo que con mi optimismo voy a animar seriamente mis acontecimientos sociales. Como a los únicos que voy a ver son a mi hermano y a mi novia, les voy a hacer la vida más placentera por lo menos durante las horas que siguen.
Porque definitivamente creo que sí, que me encuentro optimista y envalentonado y le voy a decir a la vida que ya basta, por lo menos durante estas horas que siguen.
Me he fumado un cigarrillo y las volutas de humo parecen decir que sí otra vez, que soy un tío preparado para pasarlo bien y hacérselo pasar bien a cualquiera que esté conmigo, por lo menos en estas horas que siguen a la lectura de mi horóscopo.
Porque no me había dado yo cuenta hasta la lectura de esa previsión de mi vida diaria que yo, hoy, soy un tío optimista y que tira para adelante.
Bajo fea capa yace buen bebedor. Pues eso.
Cuando una persona se harta de todo lo que le rodea, todo lo que le rodea se harta de esa persona.
El verano ya no ofrece más que la monotonía de los días, las mismas caras, el mismo intento de evasión a través de una novela o una película.
El verano, que se asocia al trato de amistades, a estar en la calle divirtiéndose, al disfrute inagotable, para mí no significa nada de todo eso. Estoy más solo que la una.
Los veranos de mi juventud y de mi infancia fueron apoteósicos; en ellos desplegaba una actividad increíble.
Ahora, me contento con leer una novela por la mañana y dar un paseo con mi hermano por las tardes.
Pero quizás me queje de vicio y haya gente pasándolo mucho peor que yo.
Quien elige un tono demasiado alto no acabará la canción. Quizá yo exija mucho al verano.

jueves, 1 de agosto de 2013

En esto de los tratos humanos hay mucho de hipocresía. En el coso político se multiplica hasta hacerse amarga como la hiel.
Es muy común dar dos besos y preguntar por la familia de quien deseáramos lejos de nosotros. Y es muy común también que un amigo de toda la vida te niegue dos euros para el autobús cuando está cayendo una helada de perros.
Hay quien cojea de la avaricia, hay quien cojea de su falsedad que practica con la gente y todos vamos cojeando de algo mientras tomamos una cerveza con los amigos.
Es inevitable. El mundo es así y nadie puede tirar la primera piedra.
Lo que conviene es ir vadeando la hipocresía que practica la gente sin sentirse muy afectado, aceptándola como un defecto común y humano que se da con la frecuencia de salir a la calle y observarla.
Cual te veo, tal te creo. Hay que ir calando a la gente. 

En una reunión de gente conocida pueden pasar mil cosas, pero todas más o menos predecibles. Los amigos que son estúpidos no dejarán de serlo y habrá que ser condescendientes con ellos, no es cuestión de sacarles los colores en público por culpa de su imbecilidad.
Los que se ponen a mirar el móvil en la reunión ya demuestran su estupidez con holgura, para el que la quiera apreciar.
El que participa en el debate y pretende caer bien gracias a sus chistes, dichos y anécdotas quizás precise de que le avisemos de que malgasta su ingenio y elocuencia en muchas ocasiones de modo absurdo pues a nadie interesa nada de lo que se cuenta de buena fe.
Los más, quieren enterarse de intimidades de los demás, quieren hacer sangre de cualquier debilidad de los demás cuando no muestran una indolencia grande a todo el grupo.
Los que se callan, observan y oyen objetivamente o desprecian con su silencio. ¿Quieres saber quién es Blas? Trátalo y verás
Desde siempre el vicio ha acompañado al ser humano. Hay vicios o adicciones, como se llaman ahora, que conducen poco a poco a la muerte.
La politoxicomanía (básicamente, alcohol y drogas) se ha llevado en este país y otros muchos a mucha gente por delante.
El vicio del tabaco también ha engordado el número siniestro de muertos.
Cuando se tiene un vicio, se busca su ocultación porque los vicios están mal vistos y el vicioso vive una tortura neurótica a la hora de vivir su vicio y tratar de no hacerlo público o al menos que no llegue a la ostentación (donde ponga vicio, cámbiese el término por adicción).
El juego, aunque no te mate físicamente, aunque no destruya tus tejidos internos, te puede volver loco al dejarte en cueros ante la sociedad, que no tolera tales desviaciones y te puede dejar en cueros ante ti mismo, esto es, en la ruina.
Dice un refrán: ir romera y volver ramera, le sucede a cualquiera. Este cambio de la beatitud a la perversidad tiene lugar gracias a los vicios.
¿Tienes que aguantar a tu amigo aunque sea un pesado? Yo diría que sí, porque si no, no es tu amigo.
A los amigos se les quiere como son, no como querríamos que fuesen y si son pesados, prepárate para la perorata.
Es como una novela que empieza bien (las amistades suelen empezar bien) pero luego se va volviendo tediosa y aburrida. Entonces procuramos acabarnos toda la novela para ver su sentido último y su sentido último nunca aparece.
Las amistades que nos aburren no tienen vuelta de hoja, cuando estamos con ellas nos preparamos para aburrirnos todos juntos y ya está.
La amistad es sinónimo de fiesta, alegría, gustos compartidos pero a veces lo que se comparte es un tiempo desilusionado y triste, como cuando sigues leyendo una novela que tiene mucho renombre y al cabo de su lectura dices: vaya pérdida de tiempo.
Pero dice un refrán: ni se prefiere otro hombre al amigo, ni el amigo a sí mismo. O sea, que preferimos aburrirnos a gusto con el amigo, confesándonos a nosotros mismos que qué bien se está solo.