Una cosa está clara: si no pasaran las horas no viviríamos y tampoco moriríamos. Y todos debemos morir en una hora u otra. Es ley de vida. Dura ley, pero ley. Hay que dejar espacio y cargos y ocupaciones para otros que vienen, como decía aquel, arreando. Y eso es todo en lo que se resume la vida. Se pueden disfrutar unas vacaciones en Cádiz, el sitio más bonito que conozco, se puede estar caluroso en un piso de Aluche, se puede estar en la cola del hambre para pillar comida o se puede gozar de la vida sin casi tener conciencia de que se acaba. Pero se acaba. Luego estamos los que creemos a nuestra manera en el cielo donde está Dios según la oración que su Hijo nos enseñó. Y con ese consuelo moriremos.
A donde no está el dueño, allí está el duelo.
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