Me he duchado. Son las 11:00 en el reloj. No espero grandes cosas de este sábado ni de esta fiesta que hay hoy. Ayer sí estuve de fiesta. Una fiesta pequeña, de hablar asuntos medianos y grandes. Hubo guacamole, pizza y piña. Una buena merienda. Los enamorados quedaron allá, en el sitio de la fiesta y nosotros nos fuimos un poco tristes, un poco conmocionados, un poco intranquilos por nuestra vida. Me llevó en coche un amigo que habló de universitarias y empresariales. Estiré las piernas ayer y las estiré esta noche en la cama. Y me he despertado: a la luz amarilla del sol luciendo, a la mañana terca de mediados de abril, al futuro que avanza, a los lados de la tenue ventana de luz, al día sábado sin lecturas académicas, al dolor de saberse enfermo. En fin, a la vida.
Pero todos nos hemos reunido,
y también los jóvenes que corrompió la muerte,
para defender cada momento de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario