La única realidad es este sol que alumbra como ocho y ya estamos en junio o julio estando en abril. Abril ningunea los días dejando cenizas a su paso, dejando que la luz mate a la hierba, dejando que los seres perezcamos con las persianas bajadas a las 4 de la tarde. No hay brisa, no hay frescor en el día que no lo mate la pena que surge maldita en forma de un disco que sería de oro pero solo reluce. La soledad del astro empuja el cielo cada vez más cruelmente, cada vez más olvidado de Dios y de sus amigos los hombres. Había un hombre que tenía miedo de la gente y miedo de los coches y quería morirse. Tener miedo a la gente y a los coches es tener miedo a todo pues todo está hecho de gente y de coches. Los últimos serán los primeros. Los primeros, los que ríen sin saber, los que no se les cae el mundo encima nunca, esos, vibrarán al sofoco de un fuego oscuro. Bueno. Son las seis y media. Ya parece que se puede salir a la calle.
El hombre prudente no tiene ninguna opinión por suya.
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