Estos días de atrás que hacía cierto frescor me iba a pasear a eso de las 5 o 5 y media. Ahora hay que ir a las 6 y media o 7. Es lo que me ha dicho uno de la asociación: andar depende del tiempo: el calor, el frío, la lluvia, mientras que si te metes en un gimnasio, te despreocupas del tiempo reinante. Es una gran verdad. Por otro lado, me vienen al recuerdo algunos sitios tranquilos que yo he visitado y me han gustado por eso, por su tranquilidad, como aquel pueblo de Cantabria en el que tomamos un café al lado de la carretera, según subíamos una montaña. Aquella playa de Gandía, con un café al otro lado del paseo marítimo, donde me sentaba a leer la novela que compré y en el que casi no había nadie porque era la hora de la siesta.
Aquellos días de semana santa en que yo me sentaba en la plaza de mi pueblo y casi veía pasar el tiempo lento, muy lento hasta que se hacía la hora de comer.
Todas esas tranquilidades están desapareciendo y lo que hay por Majadahonda son sucedáneos de esa tranquilidad que un día lejano viví.
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