Juan Ramón Jiménez paseó con el burro Platero por Moguer y fue apuntando poéticamente todo lo que vio en ese pueblo. Todos queremos el romanticismo. ¡Es tan bonito lo romántico! Pero hay que comer y vestir todos los días. Hoy en día, lo romántico está en el papel cuché: salen mujeres y hombres muy vestidos, en caserones modernos donde tiene lugar una vida de lujo. En la peluquería, en la sala de espera del dentista y en las tardes aburridas de los jueves en casa, las mujeres vuelan en un vuelo de ostentación gracias a las imágenes de actores, empresarios, príncipes y escritores que se han subido al carro de la fama que les llevará a resonar sus nombres largamente en el tiempo. La reina Isabel II y todos los personajes aledaños a ella son un factor que llena la imaginación de esas mujeres tristes que sueñan y sueñan con una noche romántica junto a su marido y no sale nunca, no sale lo de las velas, lo del plato especial, los perfumes exquisitos. El marido no es romántico; es trabajador y basta. Y, sin embargo, cuánto veleidoso sueño con una velada romántica.
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