Ayer por la noche no puse a remojo las lentejas y hoy han tardado más de la cuenta en cocerse. Al ir a la biblioteca se me ha olvidado el mechero y me he venido sin mirar empieces de novela porque sin cigarrito no mola lo de ir a la biblioteca. La vida está llena de olvidos: nos olvidamos de portarnos bien y matamos a un semejante; nos olvidamos de dar limosna y el mendigo lo pasa un poco peor; nos olvidamos de quién somos y cometemos el error que nunca haríamos si fuéramos conscientes de quiénes somos. Así todo. No debemos nunca olvidar cómo se hacen las cosas para que estas salgan bien. Claro que el ser humano se enfrenta a veces a asuntos novedosos con los que no sabe lidiar, no es cuestión de olvidar algo o no, sino de improvisar aquello que nos puede servir para que la cosa salga bien. A mí, este verano se me está haciendo eterno. ¿Me he olvidado de algo, no recuerdo otros veranos parecidos para hacerme una composición de lugar y salir airoso del trance? No puedo. Todo es novedad este verano y hay qué pensar cómo salgo de esta.
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