La profesora de Lengua y literatura que yo tuve era muy ecléctica y moderna y un día nos trajo una tira cómica para comentar. En la tira, aparecía un hombre vestido de negro que se levantaba, iba a la oficina, comía y de noche, se echaba a llorar. La profesora nos preguntó si veíamos algún recurso pictórico en la tira. Las viñetas eran tan simples que no nos dimos cuenta de ningún dato especial en ella. Pero sí lo había: era la hipérbole o exageración que había en las lágrimas que saltaban de la cara de aquel hombre vencido por la rutina. En verdad, eran enormes. Añadiría yo otro recurso que es contar una vez lo que ocurre muchas veces: o sea, retratar la rutina. La rutina es algo de lo que huimos los seres humanos por aburrida y falta de emoción. La profesora quizás nos alertaba así, con esa precisa historieta, que me parece que era de Quino, la vida que podríamos llevar nosotros, sus alumnos, en nuestras vidas futuras. Y acertó porque yo, su alumno de entonces, vivo en una rutina en la que no aparece un encuentro que me ilumine el día, como dice la canción de Sabina. Mi vida es pura rutina. Y no me debería quejar al tener todas mis necesidades cubiertas, pero, como dijo Cristo, no solo de pan vive el hombre. En fin, la profesora actuó de profeta para todos los alumnos que éramos en aquel aula y quizás muchos de nosotros sufrimos esa rutina y lloramos de noche al ver que un día es igual a otro día sin remisión.
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