Hasta en los pueblos más tristes
encontrarás a los pijos,
esos que viven de los padres.
Son los antiguos petimetres
que se lavan y relavan
y van muy limpios a los bares.
No estudian, eso les duele la cabeza.
No trabajan, eso no va con ellos
y así, de fiesta en fiesta
van dando nota de lo que valen:
ríen, cantan bailan y sobre todo se emborrachan
con el dinero de papá o de mamá
y se ponen muy serios cuando les llaman vagos.
Qué señoritos he visto yo en los pueblos
que entre cubatas y blanca y cantares
han llenado los bares
de indecencia, de corrupción y de pena.
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