La epidemia ilógica.
En la alejada ciudad, había baldosas que temblaban al paso y producían caídas de consecuencias irreversibles en los ancianos, el aire era insano cuando venía de la capital y era frío cuando venía de la sierra próxima. En la alejada ciudad hacía mucho viento, un viento maléfico y ruin que mantenía al vecindario en casa hasta que amainaba. Había en la alejada ciudad hoja de otoño que llegaba a estar en el suelo pudriéndose hasta el otoño siguiente, dando fe de la dejadez de los empleados de la limpieza. En la alejada ciudad había la manía de irlo dejando todo para el día siguiente. Cuando un vecino se levantaba por la mañana, a la hora que fuese, la alejada ciudad siempre estaba desperezándose hasta que llegaba mediodía. La alejada ciudad siempre estaba gobernada por un alcalde cacique, que no invertía ni un céntimo en la ciudad, pero que siempre estaba dispuesto a subir los impuestos a la población.
Allí vivía Juan, el enfermo mental, que tuvo un episodio psicótico en su adolescencia y con el paso de los años, se convirtió en profesor. Allí vivía Lucía, la enferma mental, que con el paso de los años fue auxiliar de dentista en una clínica. Allí vivían los alejados, como los llamaban a los que vivían en esta ciudad sin historia y sin corazón.
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