Tan triste voy por la vida que por una risa con los amigos daría dinero. Solo veo a mi alrededor caras largas o fatigadas, con el mohín de la seriedad impresa con dolor. Es el signo de los tiempos. No hay ya humor. El humor está en los teatros o en la televisión, enlatado, sofocado y educado. El buen humor ya no anda por la calle, nadie se atreve a reír. Se ve poco eso de reír. Yo no lo he visto en toda la mañana ni lo veré en toda la tarde, creo. Yo no me reiría de uno que se cae, sino de un inteligente y gracioso dicho o situación contada sabiamente. Son las doce del mediodía. Las posibilidades de que yo me ría son muy remotas, tan remotas como que me toque la lotería. Reír sí que es una lotería, la lotería del humor. Ojalá riera yo hoy un poco en el día porque me valdría para olvidarme de mí mismo.
Yo estoy aborreciendo
mis noches de ciudad y mis domingos.
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