Es difícil levantarse el lunes con el mismo grado de optimismo con que te acostaste el domingo por la noche. Cuatro cigarrillos lo arruinan todo. La calle es un gran hospital en el que todo el mundo padece algo: unos, el tabaquismo o la enfermedad mental o ambos padecimientos a la vez. Otros no tienen riego en las piernas y van a la farmacia de la calle/hospital a por unas medias compresivas. La gente padece extrañas enfermedades que les llevará a la tumba. La gente llena las farmacias de recetas, habla de enfermedades en plena calle, la gente exhibe sus dolencias cada día frente a otros enfermos: yo, la pierna; el otro, el corazón. Poco a poco, los seres humanos vamos fallando como el coche que ya ha andado mucho. No me considero viejo del todo, pero ya me acosan morbosamente asuntos de la salud.
A quien no habla, el Señor no le oye.
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