Es una guerra sin cuartel contra el tabaco. Pero deben cohabitar mi cuerpo y los cigarrillos hasta que me deshaga de los mismos. Es un deseo de vivir sanamente la vida, de no tener dependencia de un humo nefasto que vete tú a saber qué contiene ese humo. Y así, me levanto de la cama y voy a dar un gran paseo hasta los arrabales de la ciudad, donde los dioses del Olimpo se dejan entrever entre una niebla densa. Y hasta que no haya yo caminado veinte leguas al sur, no fumo. Y lo hago sentado en un banco y los niños juegan y juegan inocentes. Y, poco a poco, me olvido de fumar o le obligo a mi cuerpo a prescindir del humo perverso y enfermizo. En los paquetes de cigarrillos no dicen qué contiene el tabaco que fumamos. No nos dicen qué estamos consumiendo los fumadores. Quizás si lo supiéramos, dejaríamos de fumar con más ganas si cabe. La vida se va organizando alrededor de un sol pujante, un sol de marzo ya primaveral.
La agricultura es la raíz de todas las cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario