Estaba yo en el departamento de lengua de un instituto esperando a que sonara el timbre para ir a dar clases cuando entró un profesor. Yo le dije si venía a comerse el bocadillo de media mañana y él me contestó que venía a por alimento espiritual y cogió un libro y sentándose, empezó a leer abstrayéndose de todo. Eso es lo que hay que hacer durante algún rato del día: huir del mundo por unos momentos y pensar en uno mismo concentrado. Así podríamos saber qué somos y para qué estamos en el mundo. Esta vida nos llena de deberes y de asuntos que requieren mucha energía. El profesor del que hablo estaba como una media hora allí, frente a la gran mesa del departamento, y leía y pensaba y se encontraba consigo mismo un rato y luego ya, acudía a sus quehaceres. La vida es un tumulto, una turbamulta de cosas y de ires y venires a la que hay que dar su debido descanso.
¿Dónde está la utilidad
de nuestras utilidades?
Volvamos a la verdad:
vanidad de vanidades.
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