Mariano se equivocó de clase. Era muy despistado. Oyó lo que decía el profesor y le impresionó mucho. Tardó tres días en que un compañero le dijera que aquella no era la clase a la que debía asistir pero Mariano siguió yendo a esa clase a la misma hora todos los miércoles porque le gustaba. Así, acabó el curso y se examinó de aquella asignatura, sacando una matrícula de honor tras laboriosos estudios en casa y empeñándose en los ejercicios que mandaba aquel profesor tan sabio. Pero ese mismo profesor tan sabio le dijo:
-Mariano, usted no está matriculado en esta asignatura. Su nota es inválida. ¿Cómo no se enteró usted antes?
-Bueno, me da igual. Yo lo que quería era aprender lo que usted decía y mandaba.
Mariano cogió su bastón tallado por él mismo, salió del aula y corrió a contarle a Gervasio que había sacado una matrícula de honor inválida. Gervasio pensó que su amigo Mariano era muy raro y luego echaron una partidita de mus con sus dos rivales de siempre.
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