A lo largo de estos años me he estado fijando en un chico alto que pasea por la Gran Vía de Majadahonda. Padece un ictus ya que la pierna y el brazo derechos los tiene mal. Va renqueando. Pero mi sorpresa ha sido mayor cuando he ido en autobús al Hospital a ver a mi madre. Le he visto pasear desde horas tempranas por los centros comerciales a tres o cuatro kilómetros del centro de la ciudad. He pensado que quizás este chico no tenga más afición que andar él solo pues siempre le he visto solo y aún así, lleva en el rostro el más grande gesto de satisfacción. ¿Por qué me quejo yo, si puedo andar normalmente, tengo afición a la escritura, tengo una novia y un hermano con los que poder divertirme y a este chico siempre lo veo solo y sólo haciendo la actividad de andar?
Hay que valorar lo que tenemos, no lo que nos falta. Eso dice Dale Carnegie que ha escrito un libro muy bueno sobre la preocupación en el ser humano y que merece la pena seguir sus indicaciones porque llevan al estado de felicidad con uno mismo.
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