La noche está oscura. Sólo la iluminan unas famélicas farolas que no dan luz, dan tristeza. Los árboles apenas se distinguen de la oscuridad pues las hojas verdes están muy oscurecidas del calor sufrido, del cielo sufrido, de las noches sufridas. A lo mejor, un perrito de estos de lanas que tanto abundan come en su casa unas píldoras de esas que llevan buey, ternera y vitaminas para que le luzca el pelo al perro y a su dueño.
Las putas, sin embargo comen un bocata calamares cada vez más caro y mugriento y están dispuestas otra vez a acostarse con quien tenga dinero del vicio, del vicio sordo que nace en los ojos.
Hay alguien que grita una gilipollez, se cree muy listo en mitad de la noche, esa noche que le destruiría con ganas por haber gritado, esa noche que va cayendo tristemente para el que tiene insomnio, para que el que no tiene dinero, para el que es un hijoputa y necesita la mañana para que se vea el daño que hace por los ojos de todos. Así disfruta, viendo como la gente ve que él es un hijoputa. En fin, la noche cae, durmamos si podemos.
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