Tengo tres historias por contar pero no me pongo a ello. Yo suelo escribir después de comer, pero lo único que he hecho es leer alguna historia de las tres para ver cómo iba el asunto. Esto de escribir me motiva cada vez menos. Tampoco valoro mucho lo que he escrito. No tiene la calidad literaria necesaria si la comparo con los escritos que leo, aunque leo escritos actuales o históricos (como "Un mundo feliz" de Aldous Huxley) y los veo más aburridos que mis propios escritos. Yo, en mis escritos, creo que voy directo al grano, al meollo de la historia sin pararme en descripciones o acciones secundarias. Mis tres escritos van de un habitante de un pueblo que quiso ser médico y se lo impidió una enfermedad mental; otra de un mundo futuro en el que se vence a la muerte y otra de unas cosas que nos pasaron a Paco y a mí y que voy contando tal como pasaron con alguna reflexión o añadido. Esas son las tres historias que están ahora dormidas porque no creo en ellas o porque me da pereza continuarlas o porque no me centro en escribir por las tardes. Todo trabajo es un hábito y yo lo he perdido. Eso sería una explicación. Tengo unos judiones cociendo y voy a estar pendiente de que no se sequen o peguen a la cazuela y eso es todo lo que sé por hoy.
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