Estás ahí, metiéndote la mano en la nariz.
Como si no hubiera otro orificio más sugerente donde meter el dedo y la chica espera y espera.
Estás ahí, fumando un cigarrillo mientras la chica espera que la beses y que la quieras de modo sensual y adolescente.
Estás ahí y la chica se ha cansado de tus guarradas y tus vicios que atentan al pulmón.
Estás ahí y la chica te mira y te mira fumar y tu mano y tu belleza pues le pareces bello frente al ocaso del sol en el horizonte.
No te atreves a decirle nada a la chica que suspira por ti enfrente del banco de la plaza, como diciéndote: "ven y bésame".
Por fin te vas y nada ha sucedido pero podría haber sucedido si hubieras acertado en el agujero, si hubieras dejado de fumar y tus labios se hubieran aplicado a sus labios perezosos.
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