Será la llegada del otoño, al que nos estamos acercando; serán unos nuevos ojos con que mirar la realidad; será la falta de acción, será lo poco importante que son todas las cosas que hago, el hecho es que siento cierta ansiedad, cierto abatimiento, cierto no saber qué hacer con las horas que llegan un poco intranquilas y desconocidas.
El verano ya pasó.
Las horas en las que daba igual hacer que no hacer, pensar que no pensar se han acabado.
La crisis sigue ahí, como el dinosaurio de Monterrosso, esperando a que nos incorporemos de la siesta y que al abrir los ojos nos dé un buen susto, ese maldito dinosaurio que no cambia nunca.
Quizás el dinosaurio sea producto de nuestra propia torpeza o nuestras propias flaquezas, el caso es que no se va, aguarda pacientemente a que abramos los ojos y nos empiecen a sudar las
manos lenta e inexorablemente. La angustia es el dinosaurio, la poderosa angustia que empecina el vivir.
Ser una bendición para sí mismo no es nada fácil.
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