Entre que viene y no viene el otoño, se nos van pasando las horas como las hojas que pronto empezarán a caer. Los árboles se quedarán calvos de tanto pensar en el invierno.
Y cada cual se ajustará al horario previsto y pronto se hará de noche y a la cama que mañana hay cole.
Y el cielo se quedará ciego y no podremos ver su inmenso ojo azul porque lo taparán unas nubes negras que descargarán un llanto oscuro que nos dejará asomados a la ventana viendo el tiempo cómo pasa.
Y llevaremos libros, bolsas de la compra, paraguas, dolores, viejos artefactos, amoríos, paletas, monederos, lapiceros y demás impedimenta entre las manos para que las manos no paren quietas y la cabeza tampoco.
Y la noche perseguirá a la madrugada tan deprisa que las horas de sueño nos parecerán pequeñitas, pequeñitas como las estrellas que relucen en el cielo. Y luego vendrá otro verano.
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