La vida abre tantos interrogantes en el ser humano que la vida misma, a veces, es incomprensible para él.
A todos nos gustaría saber de qué va la vida, ser unos sabios en ella, a la vez que la disfrutamos.
No todos podemos. Nadie puede en un cien por cien desentrañar eso que estamos viviendo. Siempre hay dudas.
Unos ponen su fe en los hijos, en amarlos, en educarlos, en que sean felices y aún así no consiguen esa comprensión de ellos, ese agradecimiento a lo que hacen por ellos.
La vida en su principio pone o no los cimientos de la venidera, de la madurez y así nos va cuando vamos a morir, dependiendo de si esos cimientos han sido buenos.
La vida también es un aprender de lo que nos va pasando pero no nos mojamos en el mismo río dos veces y las sorpresas aguardan en el camino.
¿Es un frenesí la vida? ¿Es un sueño? Yo creo que la vida es de carne y hueso y duele mucho a veces. El sueño debe ser la inmortalidad pero nadie ha venido a explicarnos esa inmortalidad.
La religión nos ofrece un cielo con moralina, un pórtate bien para ganar otra vida. Parece que fuera poco ir ganándonos esta.
Cuando nos damos cuenta de que los pilares que creíamos ciertos se desmoronan, ahí es donde nos prueba la vida. Vemos el engaño, la traición, la doblez y eso nos mata. Lo que antes era blanco ahora es negro, parecemos ovejas perdidas sin consuelo alguno.
El cielo es azul pálido, no promete nada. La tierra es dura como ella sola y los que andamos por ella podemos confiar en que nada merece nuestra confianza.
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