Todo el mundo se pregunta qué es la vida y más cuando se va haciendo mayor.
¿Qué es esto que me pasa? ¿Estoy bien así o debería cambiar?
Mientras el cielo va mostrando un paisaje de nubes negras, blancas o azul indiviso como el infinito, esa quimera que perseguimos y no alcanzamos nunca.
Porque lo que tiene el hombre es deseo de infinito. Siempre.
Por muy material que sea el mundo en el que vivimos, el hombre alza la vista, luego se mira donde está y dice: ¿Dónde estoy o qué hago?
Para hacer siempre lo de siempre y querer siempre lo inalcanzable.
Quizás el arte, un hijo, el cuidado de un amor dé sentido a ese siempre ir y venir, subir escaleras, abrir puertas, siempre las mismas.
Quizá porque somos un poquito dios además de hombres, quizá porque provengamos de un infinito del que somos parte, quizá porque el hombre sea así y nada más, el hombre mira más allá del horizonte que le impide la vista de la lejanía.
Hay barrios inmundos que parecen matar ese infinito al que aspira el hombre con esos bloques de viviendas todos iguales y esa calle que no es calle, es una encerrona vital pero siempre, cuando cae el aguacero a media tarde, el hombre sale a la calle y aspira su infinitud.
El infinito sería menos infinito si todos los hombres fueran buenos.
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