Un hombre vino inútil del ejército y se aburría un montón en la pequeña ciudad. Harto de ir al bar y hablar con otros hombres aburridos, probó a darse una vuelta por el campo.
Salió de la ciudad y anduvo tanto que al volver hubo de dormir a la vera del camino. Se quedó profundamente dormido al lado del camino, a unos kilómetros de la ciudad.
Entre la noche vino un león hambriento y lo olió pero pensó que estaba muerto y no lo comió. Horas después bajó un gran águila del cielo y anduvo picoteándolo pero no despertó. También creyó que estaba muerto y no desgarró con su pico sus entrañas para comerle el hígado.
Ya llegando la aurora, llegaron una manada de hienas que estuvo rondando al durmiente unas horas pero olieron la respiración del hombre y viendo que estaba vivo, lo dejaron.
El hombre se despertó y se fue a la ciudad. Cuando llegó se encontró con un militar que venía de permiso. Hablaron. El hombre jubilado contó que se había quedado en el campo durmiendo, que se aburría, que en su vida no había riesgo.
El militar en activo dijo que iba en un tanque y que las misiones eran peligrosas. Cualquiera podría poner una bomba en el tanque y volarlo por los aires.
El hombre volvió a salir al campo pero llegó a tiempo de dormir en la ciudad pero se quejaba de su falta de riesgo y emoción en la vida.
¿Dónde está el riesgo en la vida? Hay un verdadero riesgo de ir envejeciendo e ir dejando de ser nosotros mismos y es un riesgo bastante probable de correr.
Hagamos lo que hagamos, disfrutemos de ello, pues eso es lo que nos es dado.
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