La dulcificación de las cosas no elude de nosotros la última ida del unívoco nacimiento. Es dulce el amor, la belleza y todas esas zarandajas poéticas, ah¡, se me olvidaba, a veces, pocas, es dulce la ciudad, pero que pena que el trigo granado y en sazón no se coseche con amargor, con el doloroso sudor del que recoge de lo sembrado. A la tierra hay que hacerla parir y en la ciudad quedan los osarios con capirotes, a mí ya me pueden dar carta de correo, eso lo decidirá el Creador y ya he dicho cosas.
Si al final queda el rencor para moribundos,
que poca cosa somos, y que cerca estamos de los " trogloditas"
Comemos de los frutos de Dios Creador
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