La felicidad no es solo un cuerpo tendido al sol en una mañana temprana de verano. La felicidad se hace entre los hilos del corazón. La felicidad es algo sutil y ágil como la carrera de una gacela libre y salvaje. Cada latido pronuncia tu nombre, hora descansada de la tarde, y pronto, como un niño que sale de la escuela, dice el amor que tienes a la vida. Ese tren que cruza Castilla de madrugada lleva consigo todo el amor que quedó en el pueblo, ya un ser dormido y oscuro en su eterna soledad de sol cansado. Las golondrinas vendrán cual animales seguros en la vida, a pasar el verano. Los días se repetirán como lejanos ecos de un viaje a ninguna parte, como los soles que se repiten, como las mañanas, como las vides agarradas al suelo.
La mala tierra que tanto amé, España diminuta,
ya está ahí, dándose garrotazos.
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