La noche luce un azul intenso acompañado por las hojas finas de los abetos. Yo no me doy a la razón. En las horas vacías, por el día, tú ya te manifestabas como un premio. La playa recibe las olas, las acuna, las asoma del mar a la arena. Hoy, en el centro de España, la sequedad del ambiente dejará el cadáver de mucha gente que anda. En los crepúsculos exangües, los surferos buscan la ola. Los viejos amigos ya no aparecen, se los ha tragado la acera inmunda y sucia del anochecer. La gente es gorda porque come mucho. La poesía desaparece entre las manos abiertas de un dios envidioso, lunático y despreciado. La ola que buscan los surferos a las 5 de la mañana es un tanto difícil de encontrar.
Preguntar qué fue de nuestro remanso de paz
es inútil ya, es absurdo. La paz ya se ha roto.
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