La pancarta decía: "viva la sanidad". Daban muchas voces. Pedían dimisiones, dinero, inversiones, mejores sueldos, horarios flexibles, etc. Yo estaba allí contemplándolo y oyéndolo todo. Era una manifestación en toda regla. Al cabo de dos horas largas, se fueron con sus carteles. Unos carteles eran de cartón con rotulador rojo. Otros eran extensas sábanas. Otros con un palo, de cartulina blanca. Todos defendían la sanidad. Hubo uno que se quedó y se desgañitaba dando voces: "no nos quiten la sanidad", decía. Yo me quedé a ver cuánto aguantaba ese señor chillando la misma frase. A eso de la una del mediodía, se cansó, su voz se quebró, ya no salía ninguna frase de su garganta atormentada. La cabeza debía darle vueltas pues parecía mareado. Se echó a andar (pues no se había movido del sitio, la entrada del ambulatorio) y no pudo. Se sentó en una escalinata. La gente pasaba al lado de él y no veía que estaba exhausto. A eso de las 2, hubo que meterle en el ambulatorio. De allí fue al hospital. Le atendieron bien. El hombre daba mucho las gracias a todos los enfermeros y médicos. A las 6 de la tarde, salió del hospital, totalmente curado. Comió la comida del hospital y no le supo mal. Todo el mundo dice que la comida del hospital es mala pero hay excepciones. El hombre volvió a quedar en otra manifestación e hizo lo mismo, se quedó chillando esas palabras mágicas: "viva la sanidad". Esta vez, cuando acabo la manifestación, se llegó a casa, comió y paladeo su soledad a fondo, muy a fondo y se puso a llorar.
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